El canto de los jóvenes mexicanos está nublado de evasión. A pesar de que el sistema le cerró las puertas en su cara, una parte representativa de esta generación esquiva su realidad con versos dedicados a la vía láctea.
Apenas en 1997 las disqueras, espantadas, censuraron al grupo Molotov por mofarse del rostro de los noticieros de Televisa, Jacobo Zabludovsky, con su canción “Que no te Haga Bobo Jacobo”. Hoy, quince años después, con un país convertido en un cementerio a la intemperie, los grupos de rock reflejan una nación de cuentos de hadas.
Hablo de la generación Zoé, que gasta su quincena de contestador de teléfonos en un boleto del Vive Latino. La que pasó más de cinco años en la universidad y ahora está deprimida en el subempleo. En vez de alzar su voz, de repudiar su situación, se regodean de su indiferencia.
Los grupos de rock mexicanos que predominan en la estación Reactor, perteneciente al Instituto Mexicano de la Radio (operado por el gobierno federal) son prácticamente los mismos que difunde Ocesa, promotora del Vive Latino. Basta escuchar un par de horas su programación para enterarse que a estas bandas no les interesa su país.
Veamos la letra de la canción “Bomba de tiempo”, de Los Concorde: “No habrá final feliz, ni palabras de aliento, lo importante es disfrutar cada momento”. O “Memorama”, de Alison: “Triste es de pronto ver tu MySpace y ver que ya no estoy en tu top y ver que están las fotos que también yo tomé” .
O qué tal “Cualquier forma de amor”, de Los Claxons: “Y llegaste tu, y has inundado
mi alma de tranquilidad, ya no aguanto tantas ganas de llorar de la felicidad”.
mi alma de tranquilidad, ya no aguanto tantas ganas de llorar de la felicidad”.
No son diferentes las letras del resto de los grupos de moda.
Las bandas de rock mexicanas no han sido siempre así. En 1978, un amplio colectivo conformó la Liga Independiente de Músicos y Artistas Revolucionarios (LIMAR). Algunos de sus integrantes eran José Cruz Camargo (fundador de Real de Catorce), Los Nakos, León Chávez Texeiro, Guillermo Briseño y Rafael Catana. La mayoría era militante del Partido Comunista Mexicano.
Años atrás, Alejandro Lora había ganado popularidad, en gran parte, por el contenido de sus letras: “Y las tocadas de rock, ya nos las quieren quitar, ya sólo va a poder tocar, el hijo de Díaz Ordaz”.
A principios de los ochenta, una nueva camada de músicos politizados se conformó en el Foro Tlalpan, sitio fundado por el cineasta Sergio García. Ahí comenzó Rockdrigo González, el poeta urbano de la ciudad de México. También Jaime López, rudo crítico de todo lo establecido. Y Real de Catorce, con los poemas crudos de José Cruz.
Por su extensión, este artículo no puede hablar a detalle de las fechas emblemáticas del rock nacional, pero a mediados y finales de los ochenta surgieron más grupos que hablaban del entorno social. La Maldita Vecindad, Botellita de Jerez, Santa Sabina y La Castañeda, son algunas de ellas. Los noventa no estuvieron exentos de grupos críticos: Café Tacuva, Molotov y Control Machete, por citar los más representativos.
Cada uno de estas bandas confrontó al sistema y retrató los abusos de su época. Algunos incluso sufrieron persecución y censura por parte de disqueras y la televisión pública.
El filósofo alemán Herbert Marcuse observaba que la generación de los sesenta estaba tan politizada, en gran parte, porque sus líderes, los músicos, eran personas informadas y activas. Los seguidores de las bandas mencionadas no sólo las admiraban por sus melodías, sino porque sentían su realidad reflejada en sus letras.
De regreso a este 2012, año electoral, si escuchamos a los grupos de rock podemos también entender la indiferencia de gran parte de esta generación. No hablan de la guerra contra el narcotráfico, del desempleo, de la exclusión, del estado militarizado ni de las muertas de Juárez. En cambio, prevalecen canciones sobre amores y desamores. Si bien existen bandas independientes que aún están interesadas en la injusticia, la oferta comercial es abrumadoramente más poderosa.
En los pasados comicios federales de 2009, el 65.6 por ciento de los jóvenes de entre 25 a 29 años no votó, tampoco el 64.6 de los que tienen de 20 a 24 años.
Un reciente estudio del Departamento de Sociología de la UAM Iztapalapa concluyó que el 75 por ciento de los jóvenes mexicanos no votará en las próximas elecciones federales. Las razones que argumentan: desaliento y exclusión.
Decía Albert Camus que “el artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen”; justo los grupos de rock deberían aportar su capacidad de mover masas para eliminar este silencio generacional tan cómodo para quienes lucran con el país.
Juan Pablo Proal
No hay comentarios:
Publicar un comentario